domingo, 2 de marzo de 2014

Cogito et laboro

Ora et labora era el principal capítulo de la regla benedictina, aunque, lato sensu, tal mandato se extendió con el tiempo a otras órdenes monacales. Hay tal dogmatismo en la sentencia, que no puede dejar de resultar evidente incluso para aquellos que más devoción sentían por la cosa divina en la tierra. Al igual que el de Loyola reconoció (lo de blanco y negro…), el cumplimiento de lo ordenado se erigía por encima de cualquier consideración, lo mismo que sucede en el régimen castrense: órdenes son órdenes. Reza y trabaja, pues, si quieres recibir el favor de Dios.

Aplicado a los tiempos modernos, semejante anacronismo no lo es en absoluto, y se sigue cumpliendo a rajatabla, si no en la vida religiosa, al menos en la civil y laboral, en la que se exige a los empleados, obreros de antes, que cumplan fielmente el trabajo encomendado sin rechistar, sin exigir, sin pensar… Y por eso cabe preguntarse, ¿sabemos qué estamos haciendo? Quiero decir: cuando aceptamos un empleo, sea el que sea, ¿comprendemos el alcance de nuestra tarea, a qué intereses servimos –además del nuestro, claro, aunque con reservas–, y por qué y para qué se usará el fruto de nuestro esfuerzo?

Resulta que cualquier animal –incluido el hombre hasta no hace tanto– dedica la mayor parte del tiempo a buscar comida. Comer es un imperativo biológico, y por eso todos los seres vivos se someten a su férrea disciplina. Pero nosotros, en cambio, como animales sociales y además muy civilizados, empleamos casi todo nuestro tiempo en holgar –incluso si estamos en el puesto de trabajo, y no me refiero ni exclusiva ni mayoritariamente a los funcionarios, ojo. Porque el hombre ha conseguido lo impensable: recolectar todo el alimento que precisa y colocarlo en estanterías y en el frigorífico para cogerlo cuando le apetezca. Es tan alto el grado de complejidad de este sistema logístico que ni siquiera las hormigas, por ejemplo, y dado que son en el mundo animal el paradigma de la eficacia, el control y la organización, lograrían igualarlo aunque el planeta, el sol y el universo entero duraran para siempre…

Pensamos que nuestro trabajo sirve para algo más que para llenar la nevera o pagar las facturas. Pero es mentira: solo sirve para comer; y cada vez menos, en el sentido que quieran tomarlo. Trabajar para pensar, es decir, movernos, o pensar para no trabajar, que es lo que hace, en el fondo, que el mundo se mueva. Esta paradoja, que no la inventó el escribidor y que parece una tontería, explica bastante bien cómo funcionan las cosas. De ello se deduce, si quieren, que pensar y trabajar no casan bien. No demasiado, al menos, aunque alguien insista en que pensar ya es un trabajo (yo juraría, en cambio, que es un privilegio al alcance de muy pocos, pero, en fin, allá cada uno…).

Usted y yo, señor lector, trabajamos, sí, pero para nada. Nada demasiado provechoso para nosotros, al menos, pero sí, y mucho, para que quienes pensaron y diseñaron nuestro esfuerzo sigan mamando del botijo inagotable de miel y leche. Como consuelo, sepan que una ligerísima deriva de nuestro recorrido civilizador terminaría de golpe –aunque no para siempre, no se asusten– con toda nuestra sofisticación, y nos devolvería a un estado natural en el que no habría sitio para el ocio, porque estaríamos demasiado ocupados buscando comida para que los pobres señores de la chistera siguieran alimentándose. Lo otro son pamplinas.


5 comentarios:

  1. A veces pienso eso del trabajo, requieren sólo mi cuerpo y que mi mente esté en modo stand-by, con eso les parece suficiente. Yo entro en ese mismo juego, no soy inocente de dejarme manipular... Un día existirá un trabajo en que mi mente tenga que funcionar y ese día me moriré de miedo.

    Excelente entrada.

    Un abrazo

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  2. Incluso los trabajos llamados "intelectuales", no son en realidad sino formas de explotación somática, pues nuestra mente está compuesta, como bien sabes, de una parte física y otra intangible, que conforma el pensamiento, a través del cual el mundo se vuelve inteligible (aunque, al paso que vamos, más bien parece cada día más ininteligible, pero esa es otra cuestión).

    Somos simples mecanismos automáticos, mercenarios mal pagados, al servicio del poder, que se ejerce, sin nuestro consentimiento, contra nosotros.

    Bienvenido, Moisés, visité tu sitio, y me gustó. Te añado a mi lista de Personas.

    Un abrazo

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    1. Mecanismos humanos, es muy cierto... Te gustará entonces mi entrada http://oharabiafelix.blogspot.com.es/2013/11/el-automata.html
      Además en el mundo de hoy se prima más la parte física que la intagible... Algo con lo que no estoy de acuerdo, pero que entra dentro del signo de los tiempos.

      Gracias por devolverme la visita y añadirme a tus Personas. Yo también te añado a mi lista de nómadas de Arabia

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    2. Buena reflexión, buen texto y buena música, ¿qué más se puede pedir? ¡Ah, sí... una buena muerte! Desgraciadamente, todo ello está al alcance de pocos, y al servicio de menos...

      Un abrazo

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  3. Muy subrayable el último párrafo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...