Ora et labora era el principal capítulo
de la regla benedictina, aunque, lato sensu,
tal mandato se extendió con el tiempo a otras órdenes monacales. Hay tal
dogmatismo en la sentencia, que no puede dejar de resultar evidente incluso
para aquellos que más devoción sentían por la cosa divina en la tierra. Al
igual que el de Loyola reconoció (lo de blanco y negro…), el cumplimiento de lo
ordenado se erigía por encima de cualquier consideración, lo mismo que sucede
en el régimen castrense: órdenes son órdenes. Reza y trabaja, pues, si quieres
recibir el favor de Dios.
Aplicado a los tiempos modernos, semejante
anacronismo no lo es en absoluto, y se sigue cumpliendo a rajatabla, si no en
la vida religiosa, al menos en la civil y laboral, en la que se exige a los
empleados, obreros de antes, que cumplan fielmente el trabajo encomendado sin
rechistar, sin exigir, sin pensar… Y por eso cabe preguntarse, ¿sabemos qué
estamos haciendo? Quiero decir: cuando aceptamos un empleo, sea el que sea, ¿comprendemos
el alcance de nuestra tarea, a qué intereses servimos –además del nuestro,
claro, aunque con reservas–, y por qué y para qué se usará el fruto de nuestro
esfuerzo?
Resulta que cualquier animal –incluido el hombre
hasta no hace tanto– dedica la mayor parte del tiempo a buscar comida. Comer es
un imperativo biológico, y por eso todos los seres vivos se someten a su férrea
disciplina. Pero nosotros, en cambio, como animales sociales y además muy
civilizados, empleamos casi todo nuestro tiempo en holgar –incluso si estamos
en el puesto de trabajo, y no me refiero ni exclusiva ni mayoritariamente a los
funcionarios, ojo. Porque el hombre ha conseguido lo impensable: recolectar
todo el alimento que precisa y colocarlo en estanterías y en el frigorífico
para cogerlo cuando le apetezca. Es tan alto el grado de complejidad de este
sistema logístico que ni siquiera las hormigas, por ejemplo, y dado que son en
el mundo animal el paradigma de la eficacia, el control y la organización,
lograrían igualarlo aunque el planeta, el sol y el universo entero duraran para
siempre…
Pensamos que nuestro trabajo sirve para algo más que
para llenar la nevera o pagar las facturas. Pero es mentira: solo sirve para
comer; y cada vez menos, en el sentido que quieran tomarlo. Trabajar para pensar,
es decir, movernos, o pensar para no trabajar, que es lo que hace, en el fondo,
que el mundo se mueva. Esta paradoja, que no la inventó el escribidor y que
parece una tontería, explica bastante bien cómo funcionan las cosas. De ello se
deduce, si quieren, que pensar y trabajar no casan bien. No demasiado, al
menos, aunque alguien insista en que pensar ya es un trabajo (yo juraría, en
cambio, que es un privilegio al alcance de muy pocos, pero, en fin, allá cada
uno…).
Usted y yo, señor lector, trabajamos, sí, pero para
nada. Nada demasiado provechoso para nosotros, al menos, pero sí, y mucho, para
que quienes pensaron y diseñaron nuestro esfuerzo sigan mamando del botijo
inagotable de miel y leche. Como consuelo, sepan que una ligerísima deriva de nuestro
recorrido civilizador terminaría de golpe –aunque no para siempre, no se
asusten– con toda nuestra sofisticación, y nos devolvería a un estado natural en el que no habría sitio para
el ocio, porque estaríamos demasiado ocupados buscando comida para que los
pobres señores de la chistera siguieran alimentándose. Lo otro son pamplinas.
A veces pienso eso del trabajo, requieren sólo mi cuerpo y que mi mente esté en modo stand-by, con eso les parece suficiente. Yo entro en ese mismo juego, no soy inocente de dejarme manipular... Un día existirá un trabajo en que mi mente tenga que funcionar y ese día me moriré de miedo.
ResponderEliminarExcelente entrada.
Un abrazo
Incluso los trabajos llamados "intelectuales", no son en realidad sino formas de explotación somática, pues nuestra mente está compuesta, como bien sabes, de una parte física y otra intangible, que conforma el pensamiento, a través del cual el mundo se vuelve inteligible (aunque, al paso que vamos, más bien parece cada día más ininteligible, pero esa es otra cuestión).
ResponderEliminarSomos simples mecanismos automáticos, mercenarios mal pagados, al servicio del poder, que se ejerce, sin nuestro consentimiento, contra nosotros.
Bienvenido, Moisés, visité tu sitio, y me gustó. Te añado a mi lista de Personas.
Un abrazo
Mecanismos humanos, es muy cierto... Te gustará entonces mi entrada http://oharabiafelix.blogspot.com.es/2013/11/el-automata.html
EliminarAdemás en el mundo de hoy se prima más la parte física que la intagible... Algo con lo que no estoy de acuerdo, pero que entra dentro del signo de los tiempos.
Gracias por devolverme la visita y añadirme a tus Personas. Yo también te añado a mi lista de nómadas de Arabia
Buena reflexión, buen texto y buena música, ¿qué más se puede pedir? ¡Ah, sí... una buena muerte! Desgraciadamente, todo ello está al alcance de pocos, y al servicio de menos...
EliminarUn abrazo
Muy subrayable el último párrafo.
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